Creacionismo.
Atribuye
la existencia de la vida a una “fuerza creadora” desconocida. Esta idea surgió
quizá del hombre primitivo y se reforzó en las primeras culturas, como la
egipcia o la mesopotámica. La teoría creacionista considera que la vida, al
igual que todo el Cosmos, se originó por la voluntad creadora de un “ser
divino”.
Teoría de la panspermia.
A
principios del siglo xx, el científico llamado Svante Arrhenius propuso que la
vida había llegado a la Tierra en forma de bacterias,
procedente del espacio exterior, de un planeta en el que ya existían. Aunque a
esta teoría se le pueden poner dos objeciones: No explica cómo se originó la
vida en el planeta de donde provienen las “bacterias”. Sería imposibles que
cualquier forma de vida puede atravesar la atmósfera de la Tierra sin quemarse debido a que se ha comprobado que cuando
penetran el planeta se alcanzan elevadas temperaturas.
Teoría de la generación
espontánea o abiogénesis.
“Esta hipótesis plantea la idea de que la materia no
viviente puede originar vida por sí misma”.
Aristóteles
pensaba que algunas porciones de materia contienen un "principio
activo" y que gracias a él y a ciertas condiciones adecuadas podían
producir un ser vivo. Este principio activo se compara con el concepto de
energía, la cual se considera como una capacidad para la acción. Según
Aristóteles, el huevo poseía ese principio activo, el cual dirigir una serie de
eventos que podía originar la vida, por lo que el huevo de la gallina tenía un
principio activo que lo convertía en pollo, el huevo de pez lo convertía en
pez, y así sucesivamente. También se
creyó que la basura o elementos en descomposición podían producir organismos
vivos, cuando actualmente se sabe que los gusanos que se desarrollan en la
basura son larvas de insectos.
Esta
hipótesis fue aceptada durante muchos años y se hicieron investigaciones
alrededor de esta teoría con el fin de comprobarla. Uno de los científicos que
realizó experimentos para comprobar esta hipótesis fue Jean Baptiste Van Helmont,
quien vivió en el siglo XVII quien realizó un experimento con el cual se
podían, supuestamente, obtener ratones y consistía en colocar una camisa sucia
y granos de trigo por veintiún días, lo que daba como resultado algunos
roedores. El error de este experimento fue que Van Helmont sólo consideró su
resultado y no tomo en cuenta los agentes externos que pudieron afectar el
procedimiento de dicha investigación. Si este científico hubiese realizado un
experimento controlado en donde hubiese colocado la camisa y el trigo en una
caja completamente sellada, el resultado podría haber sido diferente y se
hubiese comprobado que lo ratones no se originaron espontáneamente sino que
provenían del exterior
Platón o Aristóteles creyeron en la generación
espontánea, y aceptaron la aparición de formas inferiores de vida a
partir de “materia no viva”. Se basaban en la observación natural de la
carne en descomposición, de la que al cabo de unos días, surgían gusanos e
insectos.
Francesco
Redí (1626-1698)
fue un médico italiano que se opuso a la teoría de la generación espontánea y
demostró que en realidad esos gusanos que aparecían, eran las larvas de moscas
que habían depositado sus huevos previamente. Para demostrar su teoría, en 1668
diseñó unos sencillos experimentos, que consistieron en colocar pequeños trozos
de carne dentro de recipientes cubiertos con gasa y otros trozos en recipientes
descubiertos, para que sirvieran como “testigo”. Unos días después, la carne
que quedó al descubierto tenía gusanos, mientras que la carne protegida no los
tenía. Además, sobre la gasa que cubría los frascos se encontraron los
huevecillos de las moscas, que no pudieron atravesarla.
En la
misma época, Anton Van Leeuwenhoek (1632-1723), un comerciante holandés
con una gran afición por pulir lentes, estaba construyendo los mejores
microscopios de su época, y realizó las primeras observaciones reconocidas de
microorganismos, a los que él denominaba “animáculos”.
En 1745,
el clérigo inglés John T. Needham (1713-1781), un investigador vitalista
intentó, a pesar de los resultados obtenidos por Redi, demostrar la veracidad
de la generación espontánea. Para ello realizó unos experimentos que
consistieron en hervir caldos nutritivos durante dos minutos, para destruir los
microorganismos que en ellos hubiera (ese tiempo de ebullición no es suficiente
para matar a todos los microorganismos). A los pocos días volvían a aparecer
pequeños microorganismos que, por tanto, debían haberse creado
“espontáneamente”.
Lázaro
Spallanzani (1726-1799),
un naturalista italiano, no aceptó las conclusiones de Needham. En 1765 preparó”caldos”
en distintas vasijas de cristal con boca alargada (similar a un matraz aforado)
y los sometió a ebullición prolongada. Unas vasijas las dejó abiertas, mientras
que otras las tapó herméticamente. Cuando calentaba un caldo en un frasco
abierto, se observaba que al cabo de un tiempo aparecían microorganismos,
mientras que cuando lo hacía en frascos cerrados, éstos no aparecían.
Los
resultados de Spallanzani no convencieron a Needham y sus partidarios, quienes
alegaron que el calor excesivo destruía la vida y que los resultados de
Spallanzani, únicamente demostraban que la vida se encontraba en el aire y que
sin él no podía surgir (en los experimentos de Needham, los matraces estaban
abiertos). Spallanzani repitió el experimento, hirviendo durante dos horas sus
caldos, pero cometió el error de dejarlos semi-tapados como Needham
acostumbraba a hacer, por lo que al observarlos después de unos días encontró
que todos los caldos se habían contaminado con microorganismos que procedían
del aire. Al considerarse que las pruebas no eran concluyentes, el problema
quedo sin decidirse otros 100 años, en los que la controversia continuó, hasta
que en 1859, la “Academia francesa de Ciencias” ofreció un premio a quien
pudiera demostrar, con suficientes pruebas, si existía o no la generación
espontánea.
El premio
lo ganó Louis Pasteur (1822-1895) quien a pesar de su juventud, en
aquella época ya era un reconocido químico-biólogo. Mediante una serie de serie
de sencillos pero ingeniosos experimentos, obtuvo unos resultados irrefutables,
que derrumbaron una idea (la “generación espontánea") que había durado
casi 2.500 años. A partir de entonces se considera indiscutible que todo ser
vivo procede de otro (Omne vivum ex vivo), un principio científico que
sentó las bases de la teoría germinal de las enfermedades y que
significó un cambio conceptual sobre los seres vivos y el inicio de la Bacteriología
moderna.
Teoría de Oparín (abiótica o
quimiosintética).
El
soviético A. I. Oparin y el inglés J. B. S. Haldane publicaron (en 1924 y 1929,
respectivamente) trabajos independientes acerca del origen de la vida con un
enfoque materialista. Sin embargo la obra realizada por Oparin es más conocida
y extensa, este autor concibió una atmósfera primitiva de naturaleza química
reductora, formada por metano, amoniaco, vapor de agua e hidrógeno que gracias
a la acción de los rayos ultravioleta y otras formas de energía, las sustancias
nombradas anteriormente dieron lugar a diversos compuestos orgánicos. Tales
rayos consiguieron penetrar hasta la superficie de la Tierra porque, con la
ausencia de oxígeno en la atmósfera, resultaba imposible la existencia la
existencia de una capa de ozono como la que, afortunadamente, protege al
planeta desde hace muchos millones de años.
Es importante anotar que, en 1952, el
estadounidense S. L. Mille demostró experimentalmente que esta de la teoría de
Oparin pudo corresponder con lo ocurrido. Para ello, construyó un aparato donde
introdujo una mezcla de metano, amónico, vapor de agua e hidrógeno y, después
de someterla a descargas eléctricas durante una semana, obtuvo, según lo
demostraron los análisis químicos, entre ellos algunos aminoácidos.
Pero
la teoría de Oparin no se detiene en la formación de compuestos orgánicos, sino
que propone que posteriormente se formaron amontonamientos o agregados
moleculares de constitución química diversa (llamados coacervados),
visualizados como una especie de puente entre los compuestos orgánicos y las
células.
Para
Oparin, entre los coacervados más estables se produciría una selección natural
que permitiría seguir evolucionando hacia niveles superiores de organización.
Teoría celular
La primera aportación a esta
teoría se atribuye al inglés Robert Hooke (1635-1703). Fue en el año 1665
cuando este científico realizó cortes muy delgados de tejido de corcho y,
mediante observación microscópica se percató de que estaban formados por una
gran cantidad de pequeños espacios a los que llamó celdillas o células. De
igual manera la idea de la célula como unidad biológica nació en el siglo XVII
gracias a las aportaciones de varios científicos, entre ellos el holandés Anton
van Leeuwenhoek (1632-1723) autodidacta y constructor de sus propios
microscopios, que lograban amplificar las imágenes unas 300 veces, lo cual
contribuyó ampliamente a que pudiera observar células que poseían movimiento en
agua, ya fuera en el sarro de sus dietes o en semen.
Posteriormente en 1831 el
escocés Robert Brown (1773-1858)
describió un corpúsculo constante en todas las células, al que llamó núcleo. Por otra parte, en Inglaterra,
Joseph Lister (1827-1912) creó un microscopio de doble lente, mucho más potente
con lo cual pudo ser posible que se realizaran observaciones más precisas en
las células.
Basándose en los estudios que
se sacaban de mencionar los alemanes Matthias
Jakob Schleiden (1804 - 1881) y Theodor
Schwann (1810 – 1882) propusieron en 1839 los primeros dos principios de la
teoría celular.
Postulados básicos de la
teoría celular.
Unidad de estructura.
La célula es la unidad anatómica o estructural de los seres vivos, porque se
dice que todos los seres vivos están formados por al menos una célula.
Unidad de función.
La célula es la unidad fisiológica o de función de los seres vivos, porque cada
célula lleva a cabo funciones propias de un ser vivo (nutrición, crecimiento,
reproducción y muerte) y especificas (las funciones que corresponden a un
tejido).
Unidad de origen. Toda
célula proviene de otra, semejante ya existente.
Este
postulado puso final a la teoría de la generación espontánea, ya que demostró
que cada célula porta en sus genes las características hereditarias de su
estirpe.
La autoría de este postulado,
fue adjudicado durante mucho tiempo al alemán Rudolf Virchow (1821-1902); sin embargo, estudios históricos
recientes demuestran que el cinetífico germano-polaco Robert Remark (1815 – 1865).