El aire inspirado, con alta carga de oxígeno,
atraviesa por difusión simple la membrana alveolocapilar y llega a la sangre,
que tiene menos concentración. El pasaje de oxígeno desde los alvéolos a los
capilares arteriales es favorecido por la presencia de la hemoglobina presente
en los glóbulos rojos. Cuando la sangre abandona los pulmones transporta el 97%
de oxígeno en forma de oxihemoglobina, quedando un 3% disuelto en el plasma.
Una molécula de hemoglobina se une a cuatro de oxígeno en forma reversible.
El dióxido de carbono que proviene de los desechos celulares es volcado a la sangre, que tiene menos concentración, y captado por los glóbulos rojos. Una parte se transforma en ácido carbónico, que rápidamente se ioniza formando bicarbonato y protones. El resto es llevado hacia los pulmones en forma de carbohemoglobina. La sangre que llega a los pulmones tiene más concentración de dióxido de carbono que la existente en el aire inspirado, razón por la cual pasa a los alvéolos y es eliminado del organismo con la espiración.
El dióxido de carbono que proviene de los desechos celulares es volcado a la sangre, que tiene menos concentración, y captado por los glóbulos rojos. Una parte se transforma en ácido carbónico, que rápidamente se ioniza formando bicarbonato y protones. El resto es llevado hacia los pulmones en forma de carbohemoglobina. La sangre que llega a los pulmones tiene más concentración de dióxido de carbono que la existente en el aire inspirado, razón por la cual pasa a los alvéolos y es eliminado del organismo con la espiración.
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